viernes, 9 de marzo de 2012

Ser uno mismo nunca es suficiente

Basta con echar una ojeada a las ofertas de empleo para hallar una retahíla de virtudes exigibles al trabajador moderno: proactivo, sociable, maduro, organizado, estable emocionalmente, emprendedor, colaborador, resistente al estrés…

El dinero, la eficiencia, la competencia y el sistema económico han desplazado al ser humano del centro de la sociedad. La obsesión por el juego económico no es compatible con una sociedad solidaria dotada de valores realmente humanistas.

¿Podéis imaginar como sería una sociedad centrada en las personas? Ser un ciudadano implicaría tener vivienda digna e ingresos económicos suficientes. Implicaría reconocer las flaquezas humanas, comprender que no todos pueden ser igualmente competentes, habilidosos o inteligentes, y aun así no perder el derecho a la existencia digna. Una sociedad centrada en las personas significa reconocer la mera existencia como valor intrínseco que, más allá del hacer, se fundamenta en el ser.

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