domingo, 11 de marzo de 2012

Clases altas: más propensas a actuar de forma no ética.


Históricamente las clases privilegiadas han considerado peyorativamente a las clases menos pudientes a la vez que se reservaban los atributos más elevados a la hora de definirse, como el refinamiento, la educación y la moralidad.

Sin embargo, una serie de estudios dirigidos por psicólogos de la Universidad de California, Berkeley y la Universidad de Toronto apuntan en la dirección contraria: las personas que pertenecen a una clase relativamente más elevada tienen más probabilidades de implicarse en una gama de comportamientos no éticos.

Los resultados de la investigación, publicados en el Proceedings of the National Academy of Sciences, revelaron que en comparación a las personas de clase relativamente más baja, los individuos de clase más alta mostraban una mayor tendencia a quebrantar la ley mientras conducían, a tomar decisiones deshonestas, usurpar bienes valiosos de otros, mentir en una negociación, engañar para aumentar las oportunidades de ganar un premio, así como a permitir conductas no éticas en el trabajo.

Paul Piff, uno de los investigadores del estudio, sugiere que el hecho de tener una actitud más favorable hacia la codicia y la búsqueda del propio interés acrecienta la tendencia a comportarse de forma no ética. La  posición de privilegio y seguridad que gozan los individuos de las clases más altas promueve una mayor independencia respecto a los otros y priorizar a uno mismo y al propio bienestar por encima del bienestar ajeno. Esto probablemente causa que se esté más inclinado a infringir las reglas en favor propio o percibirse por encima de la ley, y por tanto a cometer conductas no éticas.

La investigación consistió en siete estudios realizados en condiciones naturales y de laboratorio para determinar qué clase social muestra más tendencia a comportarse de forma no ética (conductas como mentir, engañar o infringir la ley).

En dos de los estudios se sondeó la conducta incívica en la carretera, tras los cuales los investigadores quedaron sorprendidos por las diferencias entre individuos de clase alta y baja: los conductores de clase alta tendían a perseguir su propio interés y a quebrantar la ley mientras conducían en mayor medida que los conductores de clase baja. Así, se encontró que los conductores de automóviles de gama alta fueron cuatro veces más propensos a adelantar a otros vehículos antes de esperar su turno en una concurrida intersección de cuatro vías con señales de stop situadas en todos los lados. También se encontró que los conductores de la clase relativamente más alta tendían en mayor medida a sobrepasar un paso de peatones sin ceder el paso a un peatón. 

En otro de los estudios, más directamente relacionado con la codicia, descubrieron que los individuos de clase relativamente más alta tendían a hacer más trampas en un juego a fin de mejorar sus posibilidades de ganar un premio en efectivo. A partir de este estudio los investigadores concluyeron que debido a su actitud más benévola hacia a la codicia los individuos de clase relativamente más alta están más dispuestos a mentir y engañar para obtener ganancias personales.

Alguno de los estudios arrojó resultados intrigantes. En uno de ellos se comprobó experimentalmente que proporcionar simbólicamente al sujeto un mayor rango social tiene un efecto causal sobre la toma de decisiones deshonestas y la conducta. Así, uno de los experimentadores se presentó ante los participantes con una jarra de caramelos aparentemente destinados a los niños de un laboratorio cercano, pero se les informó que ellos mismos podrían tomar algunos si lo deseaban. Esta prueba se consideró como una medida de la conducta no ética, ya que coger caramelos reduciría la cantidad que quedaría disponible para los niños. Aquellos que durante el estudio se les hizo sentir como si pertenecieran a una clase social superior tomaron aproximadamente el doble de caramelos en comparación a aquellos a quienes se les sugirió pertenecer a una clase social inferior.

Los autores concluyen que la codicia representa un sólido determinante del comportamiento deshonesto. No en vano, Platón y Aristóteles ya consideraron antaño que esta representa la raíz de la inmoralidad humana y inspira anhelos de ganancias materiales aun a expensas de las normas éticas. Como dice Piff: “a lo largo de 7 estudios el patrón general que encontramos indicó que cuando la clase social de una persona se eleva su tendencia a comportarse de forma no ética también se incrementa.”

(Basado en: National Science Foundation (2012, March 7). Upper class people more likely to behave unethically. ScienceDaily. Retrieved March 11, 2012, from http://www.sciencedaily.com­ /releases/2012/03/120307145432.htm)

viernes, 9 de marzo de 2012

Ser uno mismo nunca es suficiente

Basta con echar una ojeada a las ofertas de empleo para hallar una retahíla de virtudes exigibles al trabajador moderno: proactivo, sociable, maduro, organizado, estable emocionalmente, emprendedor, colaborador, resistente al estrés…

El dinero, la eficiencia, la competencia y el sistema económico han desplazado al ser humano del centro de la sociedad. La obsesión por el juego económico no es compatible con una sociedad solidaria dotada de valores realmente humanistas.

¿Podéis imaginar como sería una sociedad centrada en las personas? Ser un ciudadano implicaría tener vivienda digna e ingresos económicos suficientes. Implicaría reconocer las flaquezas humanas, comprender que no todos pueden ser igualmente competentes, habilidosos o inteligentes, y aun así no perder el derecho a la existencia digna. Una sociedad centrada en las personas significa reconocer la mera existencia como valor intrínseco que, más allá del hacer, se fundamenta en el ser.

miércoles, 7 de marzo de 2012

La riqueza es suya, los símbolos nuestros



¡No creemos en el Estado!…¡No debemos nada a nadie! ¡Nuestra riqueza proviene de nuestro esfuerzo!…Así rezan las consignas de los adalides del neoliberalismo, de los ricos y poderosos que amasan fortunas turbiamente, aquellos que creen en un sistema económico sin Estado, que se quejan de sus leyes.

¡El Estado no tiene derecho a ingerirse en nuestros asuntos! Si acumulamos riqueza es porque la merecemos, porque trabajamos más, porque sabemos hacer negocios mejor que otros, somos más hábiles negociando.

Sólo tienen que abrir la boca para que resuene la falacia: que devuelvan el idioma que hablan, aquel con el que embaucan a la sociedad, aquel que sirve para sembrar ideologías convenidas. Si no creen en la sociedad, que creen el suyo propio.

Que devuelvan también lo que saben, conocimientos emanados de muchas generaciones pasadas. No podrían: sin lenguaje, sin símbolos, sólo serían animales.

Que inventen ellos las técnicas que usan,  patentes de los muertos que les antecedieron, afinadas tras una dilatada evolución tecnológica. Que sobre los páramos tiendan autopistas donde transportar sus mercancías. Que contraten su propia policía, un ejercito para defenderse de la muchedumbre doliente…ya no necesitarán comprar al gobierno de turno. Que construyan a sus consumidores de barro, a imagen y semejanza de sus propósitos, tan llenos de aire como su ideología, a quienes poder estrujar sin remordimientos.

Y finalmente, que devuelvan sus cuerpos. Se necesitaron millones de años de evolución para devenir lo que son. Si supieran cuantos muertos se necesitaron para ser lo que son…si supieran cuantos desconocidos se precisaron para que sus mentes pensaran como piensan…Y si en un rayo de intuición cavilaran: ¿son míos estos pensamientos que pienso?…¿acaso no se asomaría un temblor de estremecimiento en sus labios?