miércoles, 7 de marzo de 2012

La riqueza es suya, los símbolos nuestros



¡No creemos en el Estado!…¡No debemos nada a nadie! ¡Nuestra riqueza proviene de nuestro esfuerzo!…Así rezan las consignas de los adalides del neoliberalismo, de los ricos y poderosos que amasan fortunas turbiamente, aquellos que creen en un sistema económico sin Estado, que se quejan de sus leyes.

¡El Estado no tiene derecho a ingerirse en nuestros asuntos! Si acumulamos riqueza es porque la merecemos, porque trabajamos más, porque sabemos hacer negocios mejor que otros, somos más hábiles negociando.

Sólo tienen que abrir la boca para que resuene la falacia: que devuelvan el idioma que hablan, aquel con el que embaucan a la sociedad, aquel que sirve para sembrar ideologías convenidas. Si no creen en la sociedad, que creen el suyo propio.

Que devuelvan también lo que saben, conocimientos emanados de muchas generaciones pasadas. No podrían: sin lenguaje, sin símbolos, sólo serían animales.

Que inventen ellos las técnicas que usan,  patentes de los muertos que les antecedieron, afinadas tras una dilatada evolución tecnológica. Que sobre los páramos tiendan autopistas donde transportar sus mercancías. Que contraten su propia policía, un ejercito para defenderse de la muchedumbre doliente…ya no necesitarán comprar al gobierno de turno. Que construyan a sus consumidores de barro, a imagen y semejanza de sus propósitos, tan llenos de aire como su ideología, a quienes poder estrujar sin remordimientos.

Y finalmente, que devuelvan sus cuerpos. Se necesitaron millones de años de evolución para devenir lo que son. Si supieran cuantos muertos se necesitaron para ser lo que son…si supieran cuantos desconocidos se precisaron para que sus mentes pensaran como piensan…Y si en un rayo de intuición cavilaran: ¿son míos estos pensamientos que pienso?…¿acaso no se asomaría un temblor de estremecimiento en sus labios?

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